.....“No
vayas a ninguna parte sin tu pipa y tus tres apellidos.” Ese fue uno de los
pocos consejos útiles de mi padre que excedían el modo de apreciar un buen vino
y el modo de lograr una cría indiscriminada de vacas, y el único, a decir verdad,
que nunca desoí. Por eso, cuando el llamado de la patria, finalmente, llegó, y me disponía a viajar al Paraguay para ponerme a disposición del ejército de la
República, mi sola preocupación fue tener a buen resguardo mi elegante pipa de
boj, en la familia por generaciones, y mi costosa y envidiada colección de
tabaco.
.....La guerra se había iniciado hace tiempo,
es cierto, pero, por alguna razón, las fuerzas vivas de Buenos Aires no me
habían tomado en cuenta hasta ese día, a pesar de los servicios que le brindara
mi abuelo a la patria en sus tiempos. Mucho tiempo llevaba a la espera de una
prueba de este tipo a mi hombría de bien, por lo que recibí la citación
(firmada por el propio presidente Mitre) con orgullo y excitación. Debo
admitir, además, que la idea de escapar del tedio bucólico, no hacía más que
insuflar un creciente patriotismo en mi espíritu. Mi espíritu cosmopolita y
aventurero se sentía atrapado en el mantenimiento de la estancia familiar. ¡Tan
distinto era yo de mi padre!
.....No menor era la felicidad de mi esposa Agustina, quien no podía disimular, al parecer, su encanto ante el honor que suponía mi gesta, si bien era sorprendente el modo en que sabía ocultar la no poca tristeza que la previsión de mi ausencia debía crearle. La mujer es cosa misteriosa y no deja de poseer una cierta sabiduría intuitiva, pese a sus ostensibles limitaciones.
.....No menor era la felicidad de mi esposa Agustina, quien no podía disimular, al parecer, su encanto ante el honor que suponía mi gesta, si bien era sorprendente el modo en que sabía ocultar la no poca tristeza que la previsión de mi ausencia debía crearle. La mujer es cosa misteriosa y no deja de poseer una cierta sabiduría intuitiva, pese a sus ostensibles limitaciones.
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