En la última novela de Abelardo Castillo, uno de sus personajes afirma,
de manera más que convincente, que uno sólo puede encontrar aquello que siempre
buscó. No muchas páginas después, su polemista consigue convencer al lector de
la tesis opuesta (acaso más poética): uno sólo puede encontrar aquello que
nunca buscó.
Me pregunto cómo, más allá de la maestría técnica de
Abelardo, las dos tesis pueden producir el mismo efecto de indiscutible revelación,
qué hace que ninguna se imponga sobre la otra en la intuición del lector. Creo
que una de las razones es el modo capcioso en el que memoria y olvido se
confunden.
Esto me recuerda, como diría Arturo Cancela, una
fidedigna, aunque inverosímil anécdota: cierta vez me encontré en Plaza Rocha
con un usado curioso: Viaje en torno de
mi cráneo, la novela, o bosquejo de memorias (hoy diríamos “literatura del
yo”) de Frigyes Karinthy. André Gide decretó hace casi un siglo, que todo se
vuelve importante una vez que sabemos que existe; yo no sabía de la
existencia de ese libro unos días atrás y lo había juzgado inhallable,
así que salté sobre él como si se tratara del último salvavidas del Titanic.
¿Había buscado yo ese libro? Gide nos diría que, sin saber de Karinthy, no hubiera reparado en su libro y que, si mi
interés por él hubiera surgido después, no recordaría haberlo visto. No es imposible que hubiera estado enfrente mío varias veces, siendo, como era, invisible.
Lo cierto es que hoy, dos o tres años después de la
primera lectura de Viaje en torno de mi
cráneo, se me dio por hojearlo otra vez, y me encontré un párrafo subrayado
en lápiz por mí: “Si uno se hiere por la mañana en el dedo meñique, durante
todo el día notará con sorpresa que precisamente el dedo lesionado choca en
todas partes y contra todo: probablemente se trate de una ilusión, pues los
demás días debe chocar igual, sólo que no te das cuenta.”
En fin, que las asociaciones que me llevaron a este
ejercicio, y a retomar la prosa de Karinthy y encontrar una cita que quizás
buscaba o quizás no, no sean, probablemente, algo nuevo, aunque no tengan tampoco el sabor de lo recuperado. ¿Son un lento decantar inconsciente? ¿Son una suma
o mezcla de recuerdos y olvido? Quizás sólo encontramos cosas que buscábamos,
pero que no sabíamos que buscábamos; o encontramos cosas que no buscábamos
hasta que aparecen, hasta que el objeto encontrado desencadena el juego de
asociaciones que lo vuelve significativo y deseado.
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