Hace
muchos años, cierto comerciante tuvo una idea muy curiosa mientras cenaba en
una posada. Obviamente (como es forzoso al carácter de estas ideas y al
carácter hedónico de aquel comerciante), estaba bebiendo vino, por lo que no
tuvo reparos en compartirla con el resto de los comensales:
––¿Podrá
Dios ––dijo, ahogando sus palabras en una sonrisa ––crear una piedra tan pesada
que Él Mismo no pueda levantar?
En la
posada, un silencio temeroso respondió a sus palabras; entre los presentes, se
encontraba su Santidad, el Obispo Javier Velazco y Cuevas Tomillo, miembro
eminente de
De más
está decir que esta historia se transformó con el tiempo en una fábula que
enseñaba a los niños a bien guardar el silencio en público y aunque el Obispo,
hoy ya canonizado, jamás pudo responder a esa pregunta, el comerciante supo,
mientras ardía en la hoguera, que él no era (ni por asomo), aquella piedra en
cuestión.
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