lunes, 10 de agosto de 2020

SPACE ODDITY O DIARIO DE CUARENTENA



Diario de cuarentena: día 90

Es posible que esa sensación de estar en una novela apocalíptica sea la que me llevó estos días a pensar tanto en la ciencia ficción. Suponíamos que Philip K Dick o William Gibson, con el tiempo, se iban a transformar en autores costumbristas, pero no podemos evitar la sorpresa al comprobarlo. Si Wikipedia nos dijera que “Gravedad” o “Apolo 13” son películas de cine catástrofe, poniéndolas en la misma bolsa que “Twister” o “Titanic”, ¿qué argumento esgrimir en contra? La historia de “Gravedad” bien podría suceder hoy, y la de “Apolo 13”, pasó realmente… ¡Y hace cuarenta años!
        No importa de qué le pidan que hable a un escritor, siempre va a hacerlo sobre sus obsesiones. Schopenhauer decía que para aquel que sólo tiene un martillo, todos son clavos. La pregunta era, entonces ¿cómo meter a martillazos esto en Coverama? Parecía imposible, como chuparse el codo o construir la máquina de Dios, pero, cuando todo parece perdido, siempre damos con el clavo, no hace falta más que esperar, paciente, tercamente, con el martillo en la mano…
        Porque es ahí cuando uno recuerda, alcohol en gel en mano, que el viejo zorro de David Bowie grabó, a mediados de 1969, un sencillo llamado Space Oddity, con la idea de que saliera a la venta mientras el Apolo 11 nos obligara a conjugar por primera vez el verbo alunizar. Una melodía extraordinaria, sabiamente etérea, una secuencia de acordes compleja y creativa (muy lejos del atávico I-IV-V que volviera infame al rock de los ’50), la dosis adecuada de metafísica, psicodelia y melancolía, y un raro peinado nuevo, completaron el milagro.
        ¿Era la historia del Mayor Tom ciencia ficción? ¿Lo es hoy? La verdad es que, fuera de algún que otro crítico estructuralista, a nadie parece haberle importado mucho el asunto, y el tema terminó de consagrar al gran Duque Blanco, que había estado en el lugar y el momento justo.
        Y de eso hablamos, más que nada, porque el cover de Chris Hadfield nos importaría muy poco si no fuera por cuándo y, sobre todo, dónde fue hecho, por el modo en que vuelve a poner en juego la paradoja. Pasaron cuarenta años entre una grabación y otra; cuarenta años en los que la frontera entre lo posible y lo imposible (incluso lo cotidiano) se movió vertiginosamente. Hoy, ciencia ficción es montar a caballo, no navegar en la red; ya no le tenemos miedo al bosque, lo añoramos, como a todo paraíso perdido; y aquellos raros peinados nuevos, en épocas de poliamor e identidad de género, ya no logran escandalizar a nadie.

Junio 2020

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