Por apatía,
por costumbre, por imposición y hasta por temor, estamos habituados a
interpretar la realidad de un modo automático, diseñado y perpetuado en función
de obtener una utilidad directa de los datos y percepciones a los que accedemos.
Para Víktor Shklovski, patriarca del Formalismo Ruso y de la crítica moderna, la
finalidad del arte sería devolvernos una visión extrañada del objeto; darnos una visión novedosa, compleja y vital del
mundo, lograda a partir de la desautomatización
de nuestros mecanismos expresivos.
Ahora bien, para
toda acción, existe una reacción; la obra de arte, en tanto concreción de un
acto, es causa de un efecto particular en el espectador, un efecto estético al
que, la mayoría de las veces, denominamos belleza.
¿Pero cuál es la
naturaleza de la belleza estética, de este efecto que se produce en el
espectador por influjo de la obra artística? Es curioso que nadie parezca
haberse detenido, que yo sepa, ante un corolario casi fatal de la afirmación de
Shklovski. Este extrañamiento, esta
novedosa, compleja y enriquecida forma de expresión o interpretación el mundo, ha
de producir, necesariamente, asombro en el espectador. Una sutil, velada y
voluptuosa forma del asombro, pero asombro al fin.
Me despido.
Tengo una lectura pendiente; voy a ver si Borges logra sorprenderme otra vez.
2 comentarios:
Como el lector avisado puede haber descubierto ya, simplifiqué y, acaso, adulteré la tesis de Sshklovski en función de mis míseros intereses personales... Y mi conclusión, además, peca de ingenua y hasta de tautológica... Pero me conocéis; sacrifico la verdad y el pundonor en aras de un chiste o, en el mejor de los casos, de una cuota de asombro.
¿Sklovski no se parece a Luca Prodan? ¡Llamen a la producción de TVR!
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