viernes, 5 de junio de 2009

HUBO UNA VEZ UN HOMBRE


Este blog nació hace poco más de un año con un post obligado de presentación en el que confesaba mi dificultad para llevar a cabo cualquier acto. En fin, una suerte de prólogo aparentemente tímido, que llevaba implícito el compromiso de no abandonar esa nueva empresa así como así, sin presentar batalla a mi pereza y a mi temor al fracaso. 

Ya cumplidas las formalidades del caso, tuve que decidir sobre qué iba a escribir mi primer post hecho y derecho. Tenía una absoluta libertad creativa y hasta tuve la suerte de heredar lectores de otros blogs amigos. Todo estaba a mi merced. Y yo no podía dejar de pensar una cosa: "¡Qué espanto! ¿Y ahora qué?" 

Porque todos estamos seguros (quizás demasiado seguros) de que tenemos mucho que decir... ¡Hasta que nos permiten hablar! Cuando eso pasa, nuestra seguridad desaparece, porque ya no podemos decir que no vale la pena hablar porque nadie escuche, ni podemos, tampoco, responsabilizar a nadie de lo que hagamos o dejemos de hacer. Todo pasa a estar enteramente en nuestras manos. Y esa responsabilidad, muchas veces agobiante, tiende a paralizarnos.

Para escapar de esa trampa, decidí escribir lo antes posible y, como pasa siempre que hablamos sin pensar mucho, me descubrí haciéndolo sobre algo inesperado. Al post lo titulé "Yo quería ser Kung Fu" , y resultó en un devaneo un tanto melancólico en el que confesaba mi afición por esa serie de mi infancia e invitaba a mis lectores a confesar qué personaje o personajes habían marcado para siempre sus tardes de leche y vainillas. Y sobretodo, los invitaba a pensar qué encontrábamos o qué aspecto de nuestra personalidad proyectábamos en ellos.

¿A qué viene todo esto? Hoy acabo de enterarme de la muerte de David Carradine; alguien que, sin conocerme, fue mi amigo. Hasta qué punto su personaje influyó mi vida es algo que nunca voy a saber, pero no puedo evitar sentir cierta tristeza y cierto renovado afecto. Tampoco puedo dejar de imaginarlo despidiéndose, mientras camina descalzo hacia el sol poniente en un desierto infinito. Ni puedo dejar de soñar con un mundo (este o cualquier otro) en que pueda encontrarlo o reencontrarlo, un mundo en el que podamos reencontrarnos todos.
  

6 comentarios:

Fede dijo...

Tampoco sería yo si no me quejara de algo. Quiero quejarme de la segunda versión de esta serie, en la que tanto se desvirtúa al personaje, transformándoselo en una especie de super-héroe canchero.

Fogel dijo...

Hermano de Héroes, también yo inmaginaba con ser Kung Fú, andar los caminos con un bolso cruzado, (actualmente uso uno exactamente igual al de el, hecho por mi con un jean viejo), llevar una flauta como única pertenencia y la seguridad de estar preparado para soportar cualquier adversidad sin perder jamás la paz interior. Kung fú era mi héroe, mi ideal diría, muy por encima de los superman que siempre hubo y habrá, pero (siempre hay un pero...) Hablamos de Kung Fu, el personaje, que dista años luz de el actor David Carradine, muy a pesar mio, debo aclarar, pues se podría decir que este buen señor era casi la antítesis de nuestro heroe, a men de haber sido quien pergenió, produjo monetáriamente, DIRIGIO Y CO-ESCRIBIÓ LOS GUIONES, de la saga fuera de toda lógica temporal de Kung Fu y su hijo policia. Un mamarracho de serie, por decir poco.

Voy a pecar de naif y sensibilero, pero estoy dispuesto a dejar una flor sobre la tumba del Señor David Carradine, actor que encarnó un ser muy querido en mi niñez adolecente, pero me resisto a echar una sola palada de tierra, a derramar una sola lágrima por nuestro héroe solitario, ya qué al igual que todo personaje de la ficción, vivirá por siempre en el corazón de muchos aprendices de pequeños saltamontes.

Snif

Lukas Rybensen dijo...

A mí la muerte de Carradine me dejó pensando bastante. Pero a diferencia de otros que removió nostalgias me hizo pensar en:

a) ¿Fue un suicidio o un juego muy extraño en la meca sexual tailandesa o aún un asesinato?

b) Qué triste morir así y que encima el mundo entero lo sepa.

Abrazo

Walter Leonardo Doti - (Filosofo Multimedia) dijo...

Nunca vi Kung-Fú. Pocos colores para mis gustos elementales.

Estoy más cerca de la reflexión de Luc... la muerte pensada como la imposibilidad de ocultar nuestra materialidad: no poder cubrirnos, no poder ocultar nuestros desagradables olores, ser completamente materia, baja materia.

No sé si se ha dicho mucho sobre esto. No sé si se ha explicitado esta circunstancia. Por ahí hay una buena clave antropológica: en el vestir (más allá de las necesidades de abrigo. En la moda si se quiere) se patentiza la intención de distinguirse de la mera materialidad. Lo voy a pensar.

vfedor dijo...

KUNG FU, como bob esponja, no tenía padres.
A mi también me caló hondo !

Onirica dijo...

vfedor: Bob Esponja tiene padres, apararecieron en muchos episodios. Con respecto a Fung Fu: gastare mis ojotas en su honor,

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  Nadie debería dejar este mundo sin haber leído a los cuatro grandes autores de la tragedia ática: Esquilo, Sófocles, Eurípides y Ross Macd...