
Fruto del agrado por la discordia, el diálogo, la sofística entendida como ejercicio lúdico, o de vaya a saber qué, siempre tiendo a adoptar el papel de abogado del diablo. En fin, que alcanza con que una persona afirme algo, para que yo sienta que la verdad está en la vereda de enfrente. Y que me alcanza con llevarlo a dudar de su afirmación, para empezar a desconfiar de la mía.
1 comentario:
O todo lo contrario... No estoy muy seguro.
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